BIENVENIDO.

ESTE ES TU ESPACIO DE EXPRESION Y COMUNICACION

Buscar este blog

viernes, 9 de abril de 2010

Un tsunami de regalos

Publicado por Miguel Ángel Santos Guerra


13 Febrero, 2010



¿No estaremos pasándonos un poco con los regalos de los niños?

Han pasado las Navidades dejando un verdadero tsunami de regalos entre los niños y las niñas de nuestro país.

Ya sé qué que la cuestión afecta sólo a una parte de la infancia y que hay otra parte que sólo recibe un aluvión de olvido y de miseria. Para muchos niños y niñas de esta sociedad consumista se está produciendo un fenómeno verdaderamente preocupante. Hay regalos de Papá Noel, de Nochevieja, de Año Nuevo y de Reyes Magos. Y los hay en la casa de papá y mamá (o de papá por una parte y de mamá por otra si la pareja está separada), en casa de los abuelos maternos y paternos (o en las cuatro si están divorciados), en la de los tíos, primos, amigos, conocidos y vecinos…En definitiva, el milagro de la multiplicación de los regalos y de los paquetes. Para que todo esto llegue, el niño o la niña sólo tienen que hacer un pequeño esfuerzo: existir.

Los niños y las niñas están tan saturados de regalos que no tienen tiempo para disfrutarlos. Casi ni para abrirlos. Obsérvese la rapidez con la que desembalan los paquetes en la mañana de Reyes. Sólo existen unos segundos para fijar la atención en el objeto que aparece debajo del envoltorio. Es suficiente con ver su forma o su tamaño o su color. A veces, ni siquiera

saben para qué sirve aquel artilugio. Enseguida deben abrir otro. El niño parece poquita cosa entre aquella montaña que parece medir el amor de los progenitores hacia su criatura. Progenitores que recogerán pacientemente los cartones, los papeles y los libros de instrucciones esparcidos por el suelo.

Los niños y niñas eligen ( y exigen) lo que se les tiene que regalar. Padres y abuelos corren de tienda en tienda en busca de aquella novedad que ha sido el boom entre la infancia y que, para más inri se ha agotado. Y llegan a la última tienda exhaustos, después de un peregrinaje por centros comerciales:

- No me diga que no les queda ni un sólo ejemplar de… ¿Y no lo habrá en otra de sus tiendas, aunque no sea de Málaga? ¿No van a recibir una nueva remesa?

Después de las Navidades (o antes, que para el caso es lo mismo) hay que celebrar el cumpleaños con los compañeros y compañeras de la clase. Cada niño o niña viene a la fiesta con su correspondiente obsequio. Veinticinco. Treinta. Literalmente, no dan abasto. Hay que abrir un paquete tras otro, a cual más grande, a cuál más llamativo. Una vez abierto un regalo, enseguida le ofrecen otro que tiene que abrir con rapidez porque otro compañero espera.

La atención de la niña o del niño sobre cada objeto no dura más de unos segundos. Uno a uno, hasta veinticinco, hasta treinta. Una locura. Los regalos se van amontonando en un rincón porque no hay tiempo para entretenerse con ellos. El parque de bolas espera para los juegos, los saltos y las carreras. Los juguetes casi no caben en el coche. Y, al llegar a casa, hay que colocados en armarios atestados o en huecos recónditos. El niño o la niña no saben quién le ha regalado qué.

Y luego llegan otras fechas, otros acontecimientos, otras ocasiones de recibir regalos. Los viajes, por ejemplo. Hace poco, al regreso de un viaje, mi pequeña Carla me preguntó:

- Papá, ¿sólo me has traído eso?

Esta oleada sucesiva de regalos, este tsunami, no depende sólo del poder adquisitivo de los padres y de las madres. Satisfacer a los niños se han convertido en lo primero. Pueden faltar en la casa libros, ropa y hasta comida, pero a los niños no les puede faltar nada. Nada que tengan otros niños. Porque aquí reside otro problema: la competitividad.

Hay situaciones en las que el problema se agrava: hijos únicos, matrimonios mal avenidos que quieren compensar la ausencia de lo esencial con objetos, compra del niño a través de obsequios más abundantes y caros por parte de los cónyuges separados, familia que ha perdido a un hijo y colma al otro con regalos, historia pasada de los padres en la que carecieron de lo que ahora le pueden ofrecer con facilidad a su niño…

El comercio, además, nos invade con publicidad atractiva, engañosa y persistente ante la que los niños y las niñas reaccionan:

- Me lo pido, me lo pido, me lo pido…

Creo que estamos cayendo en un tremendo error. Porque les estamos robando la ilusión. Les estamos matando el deseo porque el deseo se sacia y dejan de florecer otros nuevos. No esperan nada porque lo tienen todo. No tienen que ganarse nada porque se les regala todo. Y hasta piensan que las cosas no cuestan dinero ni esfuerzo porque todo les llega de forma gratuita y misteriosa. Como caído del cielo. Nosotros somos el maremoto que genera este tsunami de cosas bajo la que quedan sepultados los sueños y las ilusiones.

¿Cómo detener esas gigantescas olas que amenazan con anegarlo todo? Poniendo freno a este derroche, a esta locura. Racionalizando y ordenando las compras. Por ejemplo, ¿no sería mejor que cada familia pusiera una pequeña cantidad de dinero y, entre todas, comprasen un sólo regalo de cumpleaños de los compañeros de clase? ¿No sería conveniente elegir una de las fechas -sólo una- para los regalos de Navidad? ¿No sería mejor que el niño descubriera que un regalo es algo excepcional y no algo rutinario?

No estoy contra los regalos. Estoy contra la avalancha de regalos, contra los regalos sin ton ni son, contra la sobreabundancia, contra la irracionalidad, contra la competitividad y contra el exceso. No me ocupo ahora de cuáles son los regalos, que es otra cuestión importante.

Me mueve también a hacer este comentario el hecho de que millones de niños y de niñas en el mundo no tengan nada, no digo ya de regalos sino de lo más indispensable, como es el vestido y la comida. Ya sé que por dejar de comprar regalos a los hijos y a las hijas no se soluciona el problema de los niños y de las niñas necesitados. Pero algo habrá que hacer también en ese sentido explicando a los niños que no es justo que unos estén nadando en la abundancia mientras otros no tienen nada. Explicando y, claro está, actuando consecuentemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario